El avión indestructible fue inventado. En su vuelo de prueba fue estrellado de frente contra una peña a setecientos kilómetros por hora. Ni siquiera se desajustó. Nada podía destruirlo... ni el fuego, ni la pentonita, ni la oxidación, nada... Su sistema de seguridad era impecable... Fue bautizado Aquiles. Sesenta metros de envergadura se imponían rasgando el cielo en cada jornada. Indestructible de punta a punta.
Abordó el tercer vuelo de Aquiles con su traje azul impecable y su delgada corbata en fino contraste con el cinturón negro que hacía juego con los zapatos. Se acomodó en su asiento de primera clase, sacó su computador portátil y analizó las cifras preocupantemente cambiantes de la empresa. Suspiró con fuerza y se recostó con las manos detrás de la cabeza. El servicio abordo dispuso las primera viandas en la mesita de enfrente: un gran filete de bacalao salado, lechugas romanas y una copa grande de Oporto. Comió despacio y víctima del cansancio y de la satisfacción de su estómago se sumió en el sueño ligero e incómodo que se tiene a diez mil pies de altura. Lo despertó una ligera turbulencia. Se limpió con las mangas de la camisa la saliva espesa que ya le rodaba por las mejillas.
Fijó la mirada en un pequeño orificio del descansa brazos. Parecía un mínimo imperfecto en el ensamblaje del avión, un espacio donde se había olvidado incrustar un tornillo. Metió el dedo índice de la mano derecha en el orificio, se rascó un uñero con sus bordes y metió la segunda falange. Intentando encontrar el final del túnel, introdujo el dedo por completo y empezó a rotarlo de un lado a otro. Sintió ganas de orinar... Trató de levantarse pero se dio cuenta de que el dedo no salía del orificio. lo haló con más fuerza, pero los bordes de la cavidad parecían ejercer una presión extraordinaria sobre su delgada extremidad.
- No sale. - Musitó casi en silencio y sonreía
.- No sale, no sale.
Casi toda la gente dormía. Algunos bostezaban mientras leían. Una señora con nalgas de solterona caminaba por el pasillo en dirección al baño. Cuando pasó por su lado le sonrió amablemente sin percatarse de la cómica situación.
- Tal vez deba pedir ayuda a la tripulación. - pensó-
- O quizás estoy exagerando, se contestó inmediatamente.
El sueño lo venció, le dobló la cabeza y le relajó los miembros. Al día siguiente se despertó con el anuncio del piloto de estar próximos a aterrizar. Su dedo seguía aprisionado.El aterrizaje lo sorprendió exasperado mientras intentaba infructuosamente liberarse de su prisión. Todos los pasajeros descendieron de Aquiles y él seguía sentado con el dedo ya lastimado de tanto intentar.
- Señor, ya puede usted descender.
- Sucede algo... ehhh... No puedo sacar el dedo de aquí, y le señaló con la boca el rincón de su desgracia.
La azafata observó el dedo embutido a presión entre el descansa brazos y no pudo contener una risita.
- Déjeme ver.
Haló también ella, pero comprobó que la situación era más grave de lo que se imaginaba.
En minutos el lugar que se llenó de curiosos.
Un cuerpo de emergencia se presentó para tratar de solucionar lo que parecía una pequeña desgracia doméstica. Intentaron con todas las clases de lubricantes posibles, pero comprendieron que su esfuerzo era en vano. El dedo no salía.
- Señor, lamentamos informarle que sólo nos queda algo por hacer: Amputar su dedo desde la raíz.
- ¡Pero cómo se le ocurre! Intente cortar el descansa brazos con una sierra, con un taladro.
- Nos sería imposible. Este avión es INDESTRUCTIBLE.
- ¡Pero no pueden cortar mi dedo! ¡No se trata de un mechón de pelo!
- Nada más podemos hacer.
- Intenten derretir con ácido el descansa brazos-
- Es indestructible, señor... Indestructible.
- Entonces me quedo aquí.
Se quedó en el avión. Fue pasajero de honor en cerca de diez mil vuelos comerciales a lo largo de treinta y cuatro años, al cabo de los cuales murió mientras el avión cubría la ruta Murmansk - Damasco.
Friday, February 27, 2009
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