Un niño se cayó de un papayo.
El niño se pegó un papayaso con la papaya que cayó a su lado. Cayó de lado, plano y sin la protección de sus manos. Simultaneamente su cabeza y la papaya golpearon el suelo pedroso. Cuando el niño vio romperse la papaya asoció su dolor con el de la fruta. Unos minúsculos pedazos volaron. El jugo de su papaya se le derramaba por la oreja. El craneo de la papaya se fracturó en pedazos. La sangre no era dulce, no era una cabeza madura. La sangre de la papaya quería ser espesa y tenía un color fuerte. Sangre y papaya.
La mirada del niño se desvaneció, un color amarillo quemado cubrió su mirada y la papaya se ahogó en rojo.
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