Estúpidas y atolondradas se aglomeraron cansadas de estudiar. Una más gorda que la otra y todas encima de todas. Una saltó de la dicha con una galleta cubierta totalmente por una especie de crema.
Las paredes comenzaron a caer y la mayoría murió aplastada, la mayoría de galletas desharinadas y sólo un grito de dicha persisíta, uno que asistía en su ausencia, lleno de grandeza, de júbilo, extático y trascendental, tan aburridor como aturdidor, un murmullo gritado.
Se levantó el humo y se levantó el vapor confuso que produce la sangre caliente. El charco de sustancia espesa y vizcosa creció, se expandió y todo lo manchó de azul, harinas, galletas y grasa de foca. Más azul que el amarillo, más rojo que el verde y sin duda más blanco que el negro. Era un perro roído era una rata podrida en un gato escondido con la piel al revés. Tripas, cortes, verrugas y emulciones. Un vaho de terror cubrió sus rostros apabullándolas, ahuyándolas, ayudándoles arruyándalas. Las alas a las malas, las mató. Tomaron. Uno y dos y jugaron del cuatro al tres, mañana se cayeron y ayer llorarán por el tiempo perdido en el tiempo, en el espacio apretado que deja el vacío. Un hombre silbaba alrededor y todo lo cubría de silencio con su son atronador, vinieron los truenos, los ruegos, los riegos, las aguas, las matas... las palomas sus palmas aplaudieron en un gozo aterrador. En el calor, en su hedor se siguió derrumbando pared a pared, puerta a puerta. Nadie abrió.
Thursday, March 19, 2009
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